Había pensado para hoy, dedicar mis palabras a la elección del sumo pontífice, pues al final vimos la fumata blanca, pero a la vista de la sorpresa que nos reservó el colegio cardenalicio, reservo para un momento posterior mi análisis del recien nombrado Francisco I.
Como el comportamiento humano, en lo que a la parte negativa se refiere, parece no tener límites, ha sido un compañero el que me ha inspirado el escrito de hoy. No aplicaré calificativos para evitar caer en ilícito alguno, pues todos los que se me ocurren seguro que entrarían dentro del contenido de alguno de los tipos penales, suerte que el deseo de no tener que llamarlo compañero no pueda ser calificado dentro de ningún ilícito.
Y es que en la presente jornada, cuando dedico mi tiempo a la lectura de la prensa, se me alteró la expresión y se me llenó de sumo estupor, siendo generoso en dicha expresión por ahorrar sensaciones desagradables al lector, al ver como en el ejercicio del derecho de defensa, un compañero utilizaba la expresión «Los mendigos no son humanos, son un cancer», optimista de mi, pienso, se estará refiriendo a que la situación que avoca a la gente a la mendicidad es uno de los canceres de nuestra sociedad, pero cuando continúo leyendo me encuentro con que dice «Yo he visto vecinos apartando cartones y a estas personas, con chinches y piojos, para poder entrar en su casa. Esto no son personas humanas. No han trabajado en su vida. Son cánceres de la sociedad. Yo si tengo un cancer, el médico me lo extirpa. Pues esto es igual» «Añorada la ley de Vagos y Maleantes, hoy empieza a resurgir en ciertos círculos políticos que tienden a prohibir la mendicidad, plaga de nuestras ciudades porque hay nostalgia de tiempos pasados».
Uno que en su momento fue soñador, y creía en el Estado de Derecho, cuando estudiaba en la facultad se imaginaba la profesión de abogado, como jurista, defensor firme de los intereses de su cliente, pues ese es su trabajo, pero con respeto a la legalidad, a un minimun ético, y manteniendo en todo momento la cortesía procesal, pues no todo vale al defender a un cliente, y uno tiene que defender con firmeza, con rigor y con pasión, pero uno es denfesor, no parte. Con el respeto que da lo leído en prensa, pues no siempre, es todo lo riguroso con la verdad que se debe, pero presumiendo su veracidad, a al oído que no vista, de lo dicho por el todavía compañero. Pues la profesión de abogado, es una profesión de quien es jurista, del defensor, pues la defensa es una necesidad del sistema, y toda persona tiene derecho a la misma, pero como antes decía, eso no debe convertirte en parte, y ahí se encuentra el límite. Un letrado es un profesional del derecho, no es un aregandor de masas, ni un político, ni un personaje de la farándula, ni un leguleyo, por ello como quien en su momento ejercía tan noble profesión, me siento triste, en el sentido emocional de la palabra, pues aunque no ejerciéndola, sigue siendo mi profesión, y porque un borrón tan grande, luego sirve para mancharnos a todos, y expande una imagen nefasta de una profesión vocacional, noble e infravalorada, pero también me siento triste como ciudadano, como parado, de ver como un compatriota, pues al letrado le presupongo la nacionalidad española, humilla a quien se ve en la peor de las situaciones sociales, cuando las estadísticas daban esta semana que existe una oferta de trabajo por cada cien demandas, cuando yo mismo no se que será de mi vida en los próximos años, cuando la gente se ve inmersa en la pobreza y en la mendicidad vergonzante, en aquella que le sucede a personas que quieren trabajar, que pueden porque estám sobradamente capacitados para ello y que se les enajena por parte de unos dirigentes incapaces, que han degenerado una situación en la que uno de cada 99 parados están abocados a continuar siéndolo. Ruego se me perdone el atrevimiento de la generalización, pero en la casta gobernante, no me he encontrado partido alguno en mi región, que teniendo representación parlamentaria esté exenta de corrupción y haya realizado labores efectivas de recuperación.
No siendo mi opinión, pero haciendo un ejercicio de ironía, que opinaría el compañero, si alguien entendiese que un nanogenario, es un lastre de la sociedad, y que debería procederse a una eutanasia social a partir de determinada edad, y que no tengo por que pagar el mantenimiento vital de quien supera determinadas edades, y si además ejerce la profesión una vez superada la edad legal de jubilarse, debe ser retirado hasta que expire su vida en una retirada inanición. Lógicamente lo anteriormente dicho es una barbaridad, pero, se trata de la misma lógica que el argumento de la defensa, es decir otra barbaridad.
El derecho de defensa, es un derecho constitucionalmente consagrado, no cabe su mutilación, ni su acotamiento, pero las cosas son lo que son y no lo que las partes dicen que son, y una cosa es el derecho de defensa y otra la humillación gratuita de la víctima, así como de una gran parte de la sociedad, sin interes de defensa alguna, y ese atenta directamente contra la deontología profesional, contra el propio derecho de defensa, pues viola su nombre para utilizarlo para algo totalmente diferente, y por último tiene un valor incendiario en el sentido que el humillado se ve claramente agravado, aunque sin amparo jurídico alguno.
Es una simple opinión, pero creo que esta noticia es una fumata negra para la abogacía que, esperemos que supere la fumata blanca que emita el colegio madrileño.